martes, 20 de julio de 2010

¡El profesor les mintió! (Cuento abstracto)

¡El profesor les mintió! ¡Les mintió a todos! ¡Pobres ilusos! No veían que se encontraban en medio de una trampa armada por ese ser. Mentecatos. Su estrechez de mente no les daba para analizar los hechos. Ninguna persona carente de bienes ofrece y promete riqueza a otros, siempre es una farsa. Pero ellos no lo habían notado. Y todos se encontraban allí, solos, con frío, y esperando en el medio de una carretera desierta a que pasara alguien que los salvara. Si lograban salir de aquello, serían unos héroes, pero de nada valdría, para ese entonces, el profesor ya habría huido. Y la muerte no era física sino peor, era espiritual.

Los muertos caminaban sin sentido de aquí a allá, no tenían dirección alguna, estaban perdidos. El profesor los había dejado perderse. No. Ellos habían dejado perderse. El profesor solo utilizó sus trucos para hacerlos perder, ellos lo habían permitido. Y ahora, queridos lectores, mírenlos. Traten de imaginarlos y véanlos. Vean sus ropas mojadas y sucias, vean sus rostros llenos de lágrimas y con muecas de desespero en ellos. Sus almas son las que caminan. Ya ellos no pueden regresar. El profesor les mintió. ¡Les mintió a todos!

No existe un lugar más allá de aquel fuego. Todo después de las llamas ardientes se convierte en cenizas, y véanlos. Lucen horribles. Están quemados e inanimados. El profesor les había mentido y sus cenizas iban formándose mientras sus almas caminaban de un lado a otro en la carretera vacía. El profesor les mintió. Era fácil mentirles, las mentiras se forman en los labios y es sencillo dejarlas salir a flote. Las verdades no se forman, ya existen, solo que hay que empujarlas del alma hacia fuera. Pero miren lo que le había hecho el profesor a estos pobres diablos, ¡él no tiene alma!

Los dejó quemarse en el paradójico fuego de la ignorancia, cuando los dragones de la incultura lanzaban llamaradas y ellos caían y se ahogaban en el volcán de las mentiras de su profesor. Ellos eran más que él, en número, por lo tanto en mentes. ¡Oh, pero que ingenioso había sido el profesor! ¡El profesor les mintió, he dicho! ¡Les mintió a todos, pobres ilusos!

Ahora ya había cesado el fuego y las almas se perdían, se iban alejando malogrando su forma. Estaban en el mundo, pero no eran más que arena, que aire invisible e irrespirable, que mentiras, que suciedad, que vacío… ¡El profesor les mintió! Les mintió para convertirlos en rotas motas de torpeza. Ahora eran ridículas piezas de un rompecabezas oscurantista que vagaba a lo lejos del mundo real, del mundo culturizado, del mundo que tenía de frente lo que era válido, lo que era correcto. Del mundo que había sanado a los mentiras de ese profesor, que se había inmunizado a los engaños y no se había quemado en el brutal fuego de la desesperanza. ¡El profesor les mintió!

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