miércoles, 21 de julio de 2010

Carta al pasado (Escrito)

Hola, quiero decirte que no existe mucho pensamiento detrás de estas palabras. Por cualquier cosa en que pueda ofenderte, pido disculpas. Mi carta no es un ejemplo de la premisa que nos reza que detrás de un amable saludo se puede esconder una brutal despedida. Un adiós, sí. Brutal, no. Y quizás ni siquiera un adiós; probablemente esto sea un hasta luego. Después de todo, seguirás volviendo, para bien o para mal, y llegará el momento en que yo tenga que despedirte.

Ten siempre en cuenta que no te guardo resentimiento, en lo absoluto. Y aunque pudiera borrarte, no lo haría. Eres una parte de mí, y siempre lo serás. Pues por mucho que haya sufrido contigo, formas parte del trabajo que me llevó convertirme en lo que hoy soy. Por eso, debería dar gracias.

Asimismo, te aseguro que no te cambiaría o negaría, compones mucho de lo especial que tiene mi vida. Y repito, aunque haya sufrido contigo, siempre serás el proyector de lo que yo soy en estos días. Podré tenerte siempre en cuenta como una lección aprendida; o más que eso, como el maestro de las lecciones que hoy pongo en práctica. Pues no hay mejor manera de acomodar el mañana que practicando en el hoy lo que se aprendió en el ayer.

Te pido no más que cuando regreses, lo hagas con la intención de seguirme enseñando, y te aconsejo que esta vez tus lecciones no sean tan duras. Ese complot que tienes con la vida de hacer sufrir a los aprendices, no es algo propio de tu belleza. No es algo natural. Porque los aprendices siempre seremos aprendices. Aquel que todo lo sepa, debe morir, pues no existe misión alguna en su vida. He allí tu importancia. He allí la necesidad de tu presencia en mi vida y en la vida de todos.

Sé, como antes he dicho, que cuando vuelvas tendré que volver a despedirte. Solo espero que cuando tenga que hacerlo, no te vayas dejándome malos recuerdos, pues eso significaría un mal vivir en el presente en cual me encuentro. De igual forma te pido que me dejes saborear la dulzura de un pasado feliz, que me hagas aprender pero que tú también aprendas. Y por favor, no llegues tan aprisa ni tan repentinamente. En el momento en que te vayas, juro que no te extrañaré.

Lo que dejas, sea bueno o sea malo, lo aprecio y respeto pues son momentos que tengo que atesorar para hacerme grande. Son esos los momentos que me darán la fuerza para superar las cosas malas que en un futuro tendré que volver a despedir, o las cosas buenas que se han ido, y se irán.

No puedo añadir nada más, pues es tan corta mi vida que no hay mucho escondido en lo que fue, pero si mucho por ver en lo que será, así que hasta aquí llego y me despido. O mejor dicho, te doy un hasta luego, y espero que cuando nos volvamos a encontrar, poder seguir conservando esa sonrisa melancólica pero feliz con la que hoy te recuerdo. Te agradezco por lo bueno y por lo malo, con cariño…

…yo.

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